Que soy una soñadora, me han dicho. Una noche así, de cháchara. Pues, bueno... puede. Es probable. Sí, más que probable. Soy una soñadora, y empedernida. ¿Qué le vamos a hacer, no? Virtudes, defectos.
Simplemente me paso las horas con la cabeza en las nubes, imaginando cómo serían mis sueños cumplidos. Sin embargo, a veces los soñadores despertamos de nuestro letargo y nos ponemos a funcionar. Y es en ese momento cuando pasamos a ser llamados valientes, incluso a menudo locos. Y nos convertimos en la inspiración de otros muchos soñadores que no se conforman con la cobardía. Algo, por otra parte, tremendamente cómodo. La verdad es que somos algo tontos los soñadores. Adoramos las complicaciones.
La ignorancia hace la felicidad. La valentía, seguramente no. Demasiado riesgo. Pero mientras siga existiendo ésa posibilidad entre un millón de que el resultado de intentarlo sea tan increíble...
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