Ese cosquilleo que te invade de pies a cabeza cuando le acercas unos centímetros más a tí. Es una sensación indescriptible pero que tampoco necesita ser descrita. Yo lo he llamado cosquillas, por llamarle algo. Otros lo califican de amor. Lo mismo ocurre cuando ese acercamiento llega a su clímax tomando forma de beso y calor. O simplemente por el mero hecho de tenerle cerca. Es terrible. ¿Que por qué?. Hay una ley, podríamos decir que hasta natural, una ley de vida, que establece que nada, absolutamente nada es eterno. ¿Quién decía aquello de ''todo cambia, nada permanece''? Esto se aplica a todo. Y no siempre es fácil hacerlo. Y menos en el tema de las cosquillitas. Muy a menudo, más a menudo de lo que quizás debería, el amor cambia, no permanece. O puede permanecer distorsionado y tomando otras formas, como agua gélida que apaga las chispas anteriores. ¿Los motivos? Infinitos y universales, sin necesidad de explicación. Hasta la falta de explicaciones puede ser el problema. La cosa es que el tema de los cambios se cumple, ¿no?. Pero todos hemos grabado-y seguro que no voluntariamente- en la cabeza en alguna tarde de estudio de ciencias que ''la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma''. Pongamos esto en relación con la cuestión de los cosquilleos apagados. Todas estas 'fases', desde las chispas hasta el agua... Son emociones. Emociones que, repitiendo lo anterior, no se explican pero se entienden... O bueno, se explican pero no se entienden. Lo único claro es que las emociones son energía, una energía muy poderosa, tanto que a menudo te arrollan. Y como tal, son indestructibles. Tampoco se crean, pues nacemos con ellas ya acompañándonos, incluso antes. Y, no a tu antojo, pero sí pueden transformarse. Hay poca solución...Quizás intentar encontrar a quienes te causen el cosquilleo y mantengan a raya el frío-nada sencillo por otra parte-sea una. Si alguna vez te gana el agua, busca otra fuente de chispa. Forma parte de la energía. Ya has sido creado pero no destruido. No lo permitas. Transfórmate.