No me había llevado ningún premio. Qué va. Simplemente llevaba la esquela de lo que vivía por bandera. No hice ascos absolutamente a ninguna de las locuras que me mostraron las cartas. ¿Por qué iba a hacerlo? Es absurdo. El tiempo no debe pasar vacío. Ni sensato. Tampoco limpio ni planchado. Bueno, quizá la camisa de alguna fiesta. Aunque siempre hice que terminasen con tanta suciedad como si me hubiese peleado con el suelo.
De eso se trata. De pelear. No en un sentido violento. O sí. La vida se merece los mismos puñetazos que ella te da cada vez que intentas plantarle cara. A menudo se achanta, y eso es lo satisfactorio. No la victoria en sí, más que el hecho de haberla ganado. Suena igual, pero no.
Llévatela a bailar. Trágate el nudo de la garganta y dile lo que quieres. Que no muerde. A no ser que se den las circunstancias, ahí ya no me meto. Pero agárrala y plántale todo. Ponte colorado. Colorado como un maldito pimiento de padrón. Que sí, que pica. Y qué.
Enfréntate. Está bien evitar las cosas cuando crees que están perdidas. Pero solo están perdidas cuando has intentado absolutamente todo. Nunca, nunca dejes el más mínimo cabo suelto posible, o te arrepentirás de haber o no haber hecho lo que en ese momento querías y no actuaste por dudas que ahora te parecen sin pies ni cabeza.
Viaja. Cógete ese vuelo. ¿Sin dinero? Cógete el coche. ¿No tienes carnet? Cógete el maldito autobús. ¿Que tampoco puedes? Monta en monociclo, da lo mismo. Pero ve. A donde sea. Púdrete de lluvia, de sol y sobretodo de gente. Viaja, tan lejos como puedas y tanto como quieras. No te pongas excusas, que no valen. En serio. Que no te arrepientes, aunque odies esa ciudad tan ruidosa, o el soporífero aburrimiento de aquel pueblucho. Ve, vuelve y quéjate. O rememora toda tu vida momentos inolvidables. Tú los escoges.
Llora con ganas. Ríe sin miedo, por muy alta o chillona que sea tu voz. Haz ese ruidito de jabato. Todos se acabarán acostumbrando. La cosa es que tú te quedes a gusto. Llora y ríe de lo que te dé la real gana.
Lee ese libro de nuevo. Por tercera, quinta, décima o decimosexta vez. Termina de aprenderte cada línea de ese diálogo tan pasteloso pero que te revuelve de cosas bonitas por dentro cada vez. Cada vez más, desde que le has puesto rostro a ese personaje tan especial.
Canta y baila. Alto. Tan alto y tan mal como te salga de dentro. Que es lo mismo, que se acostumbran. Y terminarán acompañándote al segundo estribillo. Ya lo verás. Y sino, márcate un Singing in the Rain con todo tu talentazo aún por descubrir. Total, si se te ha olvidado el paragüas y te vas a mojar de todas maneras. Haz feliz al ganso torpe que vive en tí por una vez, que tu cuerpo carezca completamente de ritmo. Eso no lo consigue cualquiera más que tú. Es un don muy guay.
Emborráchate. Que vale, que está mal divulgar este tipo de costumbres. Todos sabemos que sienta fatal, que es maaaalo. No bebas. No hagas cosas que siempre has querido y solo consigues cuando finalmente te desinhibes. ¿Quién soy yo para decir que todos somos unos valientes con unas copas de más y que a veces esto nos ha llevado a vivir los mejores momentos de nuestra vida? No bebáis, os he dicho.
Folla. Todo lo que quieras, y no cuando puedas. Aunque puede ser lo mismo para muchos. Deja en vela a medio edificio. Que se jodan-que falta les hace- los amargados. Folla con quien quieras, donde te apetezca y cuando te apetezca. Ojo, consentimiento mutuo, a ver si os vais a motivar con la ironía del párrafo etílico y luego se me echan a mí las culpas.
Cágala. Mucho. Escupe por la boca lo que piensas, que ya te arrepentirás después. Y si realmente lo haces, será agua pasada. Las verdades nunca salen de la boca cual ruiseñor cantarín. Se cargan de pólvora y duelen. Pero más duele la mentira descubierta. No lo olvides.
Demuestra con hechos. Abramos, por ejemplo, el debate materialista de qué hace más ilusión, si el hecho de que te compren un regalo bonito y caro o de que se hayan pateado toda la ciudad buscando ese objeto en concreto que él o ella sabe que te va a encantar. Se admiten apuestas.
Escucha. Por Zeus, ya sé que es cansino. Pero merece la pena. De verdad. Que se aprende mucho. Está muy bien eso de ser el centro de atención, pero cede el trono de vez en cuando, no acapares. Puede ser totalmente contraproducente. Y caes mal.
Come. Cooooooome. Hay una línea muy delgada-valga la redundancia- entre tener una dieta medianamente sana y terminar metamorfoseándote en un caracol. No te prives. Siéntete bien. Comer es placer. Comer le hace-más a menudo de lo que nos gustaría- la competencia a follar. Pues eso. Comer comida, eh, guarretes.
Haz cosas. Qué simple, ¿no? A ver, siempre estamos haciendo cosas. Pero cosas que te llenen. No es necesario tener veinte visas ni nada de eso. Improvisa una cena en casa, quema la lasaña. Si se la van a comer de todas maneras. Y si te ves inspirado, gástate un poco más en el vino. O hazte un calimocho si no hay quien se trague tanta finura. Disfruta. Montaros un karaoke o echad unas cartas. O tened conversaciones profundas sobre el sin-sentido de la vida por la embriaguez. Todo está bien.
Quiérete y quiere. Es lo mejor que podemos hacer, y casi siempre lo olvidamos. Tengamos más momentos Bruno Mars y démonos una palmadita en la espalda de vez en cuando, que tampoco estamos tan mal. Para los que no lo pilléis echadle una escucha a Uptown Funk. Vamos a creérnoslo un poquito. Mañana y noche. Ambos con sonrisa, que no se rompe.
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