jueves, 18 de septiembre de 2014

Hablo.

De hablar a diario.
De tu risa, con prisa,
escondida en las esquinas
entre ebúrneos incisivos.

De la cera, ya líquida.
Licor de las horas,
celosas de tí.

Del revés, del izquierdo.
De derechos, de maneras,
de cuentos rusos
y verdades piadosas.

De que voy y vengo,
de que tiras y aflojo,
que miramos sin ver
y vemos sin mirar;
qué más da.

De lo que ya es por no ser,
de que existo y no pienso,
de que lo que eres, soy,
de lo que no pudo desapare(s)er.

De una imagen,
una palabra,
más que mil,
tus pestañas.

De llorar por no reír,
y susurrar de enfado,
gritar por no molestar.

De chismes y cavicaches.
De la tabla de los mil pecados,
uno por peca en tu tez.

De aquello, de esto.
De que estemos lejos,
de caminos de nubes
y lluvias de suelo.

De niños mal,
de criminal con bondad.
De luces oscuras
y sombras cristalinas.

De odiar los viernes
y perezoso un lunes,
de misas los miércoles.

De cada tres por dos,
de la magia del último,
del mal azar del primero.

De unos más uno,
dos resultado
y un solo ser.

De copas que mueren,
sangre de uva,
bébeme hasta que rompa la luna.

De ser, soy tú.
De abrigarme, tus hombros.
De vivir corto
y de atarme en largo;
de eso hablo.

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